martes, 23 de agosto de 2011

La vieja

por Paco

Aquella mujer tiene unos 70 años. Me pide que le lleve su carrito de la compra. Acepto, pero una vez cargado su coche, me ofrece que le acompañe a comer a su casa. Vuelvo a aceptar, una vez que le dije a la parienta dónde iba. Me prepara un martini como los de James Bond y qué hombre, Paco, qué hombre. Lo conocí en Málaga, pero eso es otra historia, díjome, refiriéndose al viejo escoces.
Pero la verdadera historia vino después de tomarnos unos cuantos de esos martinis, cuando se emborrachó conmigo.
Cuenta que nació en Brasil y que gracias a Dios no pasó penurias económicas, pues sus padres, etcetcetc. Luego se casó y vino su pérdida como persona; ya sabes, siempre atenta al marido hijoputa que golpeábame y nadie me podía ayudar. Una amiga tuvo la solución. Vino a casa estando él y hacía como vendedora de champú. Le dio un bote ese pelo tan lindo, tú sabes, qué marido, qué suerte tienes, decía insuándose a ese comelágrimas.
Mi marido dejó el bote en el baño tres largas semanas. Al fin lo usó. Oí sus gritos y un golpe en la bañera. Sabía que moría ese gran hijoputa. No subí a ver su muerte.
Mientras las hormigas se terminaban de comer todo su cuerpo, llamé al mejor restaurante de la ciudad y luego pedí tres bois de esos que follan pagando, tú sabes y lista. Al volver a casa, no quedaban nada más que los huesos y los enterré 15 kilómetros lejos de casa.
Al pasar dos días, denuncié su desaparición a la policía, llorando, claro. Fui libre de un cabrón y ahora soy millonaria.
Me tengo que ir, la dije, me llama mi mujer.

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