domingo, 22 de noviembre de 2015

BASES V CONCURSO NAVIDEÑO DE MICRORRELATOS "MENUDO RENGLÓN"

- Podrán participar los miembros del Colectivo literario “Renglones de Ficción”
- Cada participante puede presentar un único texto.
- Los textos tendrán una extensión máxima de diez líneas en letra Arial 12.
- El tema de los textos participantes será: "SIN COMUNICACIÓN ” (en cualquiera de los sentidos que el autor quiera interpretar)
- Los textos han de ser colocados por los autores de forma ANÓNIMA como comentarios a esta misma entrada del blog (Pinchar un poco más abajo en donde pone “X comentarios”;Pegar nuestro texto en el espacio en blanco;Abrir la pestaña marcada como “Comentar como” y seleccionar la opción Anónimo;Darle a publicar comentario; Meter la palabra de verificación y Publicar comentario).
- OJO!!No firmar el texto ni poner el nombre en el comentario o vuestro texto quedará automáticamente fuera de juego.
- La fecha tope para colgar los textos es el día anterior a la cena de Navidad, pendiente aún de ser fijada . El día de la cena se espera que todo el mundo haya leído en el blog los microrrelatos participantes (y que cada uno tenga decidido cuales son los dos que más le gustan).
- El fallo del concurso se realizará durante la cena de navidad atendiendo al siguiente procedimiento:
• Las organizadoras (Cabezas de Ajo) numerarán los textos anónimos
• Cada participante otorgará 2 renglopuntos a su relato favorito y 1 renglopunto a su segundo relato favorito (se confía de la buena fe de cada participante para no votarse a sí mismo)
• Se sumarán las puntuaciones y se nombrará al GANADOR y al finalista. En caso de empate ganará el relato que haya obtenido más veces puntuaciones de 2 renglopuntos.
• Como colofón final se procederá a realizar un juego fuera de concurso que consistirá en intentar averiguar a qué autor pertenece cada microrrelato. Para ello las organizadoras CA irán nombrando los microrrelatos y se irá nombrando a los diferentes autores para que se vaya votando a mano alzada.
- El ganador, una vez que haya sido nombrado, efectuará un breve discurso de agradecimiento (muy breve y no lo tiene que tener preparado).
- El premio otorgado al ganador será un diploma acreditativo y el magnífico honor de ostentar durante un año la corona y el título de ganador del V Concurso “Menudos renglones” . 
 - Suerte a todos y …¡empieza el juego!

15 comentarios:

  1. Eché a la gente que vivía en mi casa, vendí a precio de saldo los teléfonos, ordenadores, los dos televisores y el coche. Cerré a cal y canto la vivienda, desenchufé el diferencial de la casa y me dispuse a meditar. Todos los días meditaba en la oscuridad de la noche para querer ser nada. Al principio me costó trabajo no quedarme dormido. Lo resolví durmiendo durante el día y bajando todas las persianas, aunque alguna dejaba entrar difuminado un rayo de luz. Un zumo de limón por la mañana y otro por la noche ayudó una semana después a no tener que ir al baño salvo a orinar.
    Cuando se gastaron los cuarenta kilos de limones que compré, había vencido, aunque me disgustó que abrieran la puerta de casa y alguien entrara gritando qué mal olor.

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  2. Mars One

    Siempre lo sospeché, desde mi primera infancia. Nunca me sentí parte integrante de la familia. Una familia en la que mi padre se despedía de mi madre con un beso mientras pellizcaba con mano indecente el trasero de la interina y en la que mi hermano, por el hecho de ser varón, tenía la venia para hacer su santa voluntad. Mi desazón aumentó en progresión geométrica a medida que fui creciendo. En el colegio constaté la crueldad innata de los más pequeños. Durante mi época de instituto y universidad asistí a un espectáculo lleno de envidias, traiciones y mentiras. Y ahora, en edad adulta, observo la incoherencia de este mundo arcano donde todo vale en una competición huérfana de valores y preñada de engaños y ambiciones. Cuando oí hablar del programa de colonización de Marte, no lo dudé. Vuelvo a casa. Porque ahora sí, ahora tengo la certeza: soy extraterrestre.

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  3. Sin Memoria

    Un día dejo de hablar, se olvido de las palabras. Hacía tiempo que los recuerdos se le confundían en la memoria, se lmezclaban unos con otros como acuarela, no estaba seguro si pertenecían al pasado o habían sucedido hacia unas horas. Estaba tan inseguro que no se atrevía a salir a la calle. Abría el libro por la señal que había dejado, no recordaba lo que había leído, volvía a empezarlo día tras día, hasta que lo dejó cerrado para siempre. Se preguntaba
    quien era la bella mujer que le miraba desde el cuadro sobre la chimenea. Los amigos y parientes le visitaban con frecuencia y con sonrisa exagerada le decían que le hallaban muy bien, después dejaron de hacerlo.
    Su mirada se volvió ausente, vacía, la sonrisa una mueca de hastío. La ruina física se adueño de él. Cuando la muerte le visito no supo quien era,

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  4. Ingrato.
    ¿Me quieres decir qué te pasa? Te noto raro, indiferente, ni caso has hecho a mis plantas nuevas ¿No ves el color que dan? Pues sin nadie que me ayude, ponerlas fue que ni te cuento. Si yo por ti hago lo que sea, tonto; lo duro fue reconocer lo nuestro, admitir que me pone tu piel desnuda, que ese temblor que te recorre el cuerpo provoca que reaccione el mío igual. Cuando tus ojos serenos se funden con los míos, reflejados en el cristal tras el que te escondes, estoy en otro mundo del que no saldría nunca. Solo que no soporto esa actitud, pareces ido. Que seas un pez no es excusa, cada uno tenemos lo nuestro, lo triste es que al final todos sois iguales, cualquier pretexto es bueno para haceros el interesante, y lo que de verdad pasa es que no te importo yo, ni mi cariño ni mis sentimientos.

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  5. Es de mala educación


    A mi madre no le gusta la barba que se ha dejado mi hermano (siempre le gustaron los mentones despejados, como el de Gregory Peck) pero opta por preguntar que si queremos más mayonesa con los huevos rellenos. A mi hermano lo que le gustaría es estar con su nueva chica, que es hipster (y ahora él también), pero sólo abre la boca para comer y para opinar sobre lo patéticas que son las galas de Navidad de la televisión. Mi hermana pequeña piensa en el actor de Crepúsculo y suspira, sólo suspira. Mi padre piensa en los guateques navideños de su juventud, en que la música ya no es lo mismo… pero suelta que no le gusta Pablo Iglesias. Mi abuelo es probablemente el que más piensa de toda la mesa, pero no dice nada. Se hace el loco, o el tonto, sólo él lo sabe. Mi perro piensa “jamón ibérico de bellota” pero dice “guau”.

    Yo pienso todo esto, pero no lo digo, es de mala educación decir lo que uno piensa. Lo escribo. En el reverso de esta foto de familia que nos hemos sacado esta Nochebuena y que mi madre pegará en el álbum “Navidades 2015”.

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    1. LA NUBE MÁS BLANCA
      En las afueras de mi ciudad, donde finaliza la línea del tranvía, hay un bosque de árboles milenarios, altos como rayos suspendidos del cielo y frondosos como manglares. Me gusta volar hasta sus copas y observar el ir y venir de la gente, con la que me relacioné cuando estaba vivo. Algunos pájaros se refugian de la lluvia en las ramas cercanas. Un caballo alado me eleva y veo, a través del arco iris, niños jugando a la comba sin importarles el chaparrón. Subo tan alto que mi cabeza golpea la Luna y provoca un pequeño agujero por donde salen enanos mudos que intentan tirarme del pelo. Las estrellas bailan a mí alrededor sin prestarme atención, haciendo reverencias a Dios, que sentado en la nube más blanca, lee la Biblia y ríe a carcajadas. Abajo en la tierra perdida, el tranvía llega a su destino. Mi amigo Elías baja en silencio, cambia el trole por enésima vez y me busca en el cielo. Las tiendas cierran sus puertas, los niños regresan a casa y hacen los deberes. Dios guarda su libro y se dispone a montar la guardia.

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  6. Os falta Comunicación.

    Cómo cada día se levanta a las seis para ir al baño, en realidad, lo que hace es subir la temperatura de la calefacción, para que cuando ella se levante no le duelan las articulaciones y se le pongan azules los pies, corta el pan en rebanadas, ella no tiene fuerza en las manos, le deja un vaso de agua en la mesilla de noche y se vuelve a la cama, necesita entrar en calor.
    Ella se despierta a las siete y media, toma el vaso de agua, va al baño y le deja las pastillas para la tensión en el lavabo. Ya en la cocina prepara café, descafeinado, como siempre, aunque él no se dé cuenta. Calienta la leche en el cazo y, mientras prepara la calceta, para esa bufanda que le está haciendo, el pan se va tostando.
    Él se levanta a las ocho, después del baño va la cocina y desayunan juntos, hoy sonríen al mismo tiempo recordando el comentario, de ayer, de su nieto:
    —Abuelos, casi no habláis; os falta comunicación.

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  7. Un cuento de niños para adultos
    El día de mi primera comunión me regalaron un libro de cuentos. El protagonista era un niño, Alberto, que vivía en una gran casa. Alberto jugaba en su habitación a la hora de la siesta. Encima de su cabeza oía un tap, tap, tap tap.
    Aburrido, sin permiso de moverse de su cuarto, subió al ático. Temblaba. Encontró a un niño apoyado en unas muletas, muy pálido, rubio, flaco, de su edad, con secuelas de poliomielitis. Era el hijo de la sirvienta de la casa, ella lo tenía
    escondido. Lo incomunicaba de familia y amigos. A esa hora ella, hacía la limpieza del comedor y la cocina, tardaba en subir. Comenzó a ir todos los días con revistas, golosinas, juguetes. Era la conexión con el mundo exterior, la vida.
    ¡Cómo reían! Fueron amigos durante el largo verano. Ahora, que os estoy contando esto, caigo en la cuenta que durante muchos años estuve convencido de que era yo el que subía tarde tras tarde a jugar. Me cuesta pensar que no tuve a ese amigo. Nuestras historias se cruzaron y se anudaron confundiéndome la realidad.

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  8. Ni querida, ni amiga
    Llamada de Andrea (su ex, su fin de semana, su hermano, su nómina, su trabajo, su nuevo jefe, sus clientes, su nuevo novio, su próximo viaje, su coche, su clase de zumba, su monitor de zumba, sus polvos con el monitor de zumba, su recibo de la luz, su casero, su vecino del primero, su vecino del tercero, el perro de uno de ellos, los polvos con el otro, su club de singles, su premio literario, su última compra, la devolución de su última compra, sus problemas con Movistar, su corte de pelo, su licuadora, su dieta vegetariana, su colesterol, sus siete vasos de agua diarios, su médico homeópata, su dolor de ovarios, su salud, la de su abuela...)

    ¡Le daba una ostia!

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  9. Quela (1904-1956)
    De Clara, Clarita, Quelita, Quela. Nació rica y guapa pero se equivocó en la fecha. También en la elección de marido; con tan sólo 18 años se casó muy enamorada de un hombre que la dejaría en la ruina y en dos años viuda. No dio muestras de llevar mal su nueva situación económica, pero lo de quedarse en casa para ”vestir santos“ no iba con ella. De carácter alegre y extrovertido, curaba su soledad invitando a casa a los amigos del viudo que, aprovechándose de la situación, aunque con su consentimiento, se convertían en ocasionales amantes. Fue su padre el que, una tarde del mes de Julio, escandalizado y temiendo por su desprestigio y las repercusiones sociales, envió a su casa a los loqueros, que no dudaron en ponerle una camisa de fuerza sobre su ligero vestido de verano. La tuvieron más de treinta años incomunicada en un psiquiátrico, conviviendo con locos y médicos que también se beneficiaban de ella, pero de los que su padre no tenía que preocuparse.

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  10. SOLO
    Se despertó y estaba solo. Cuando se durmió en aquél sofá, estaba allí con él; tenía la cabeza apoyada en sus rodillas y ella se la abrazaba, acariciándole la cara. Le llamó pero no contestaba. Se había ido sin decirle nada? Le dio miedo, no conocía aquélla casa. Enseguida vendrá -pensó- habrá tenido que salir por algo, nunca tarda mucho. Decidió esperar lo más tranquilo posible y se quedó muy quieto; la debilidad, la pena y el frío no le dejaban moverse.
    Pero pasó una hora. Y otra. Tuvo hambre. Se sintió muy triste: ¿Estaba malo y le había dejado solo? No sabía qué hacer, ni a quién llamar, ni a dónde ir.
    Su madre le vio en la calle, encogido en un abrigo que le quedaba algo corto.
    Era la imagen de la desolación. Solo tenía once años.

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  11. Hombre precavido vale por dos

    S.O.S. S.O.S. Ayúdenme. Ayúdenme. S.O.S.
    Sumido en la oscuridad más profunda, la del que han dado por muerto, en el sexto nicho empezando por abajo y cuarta fila a la izquierda, Andrés se lamenta de no haber manifestado en sus últimas voluntades que le enterraran con su móvil, con la batería a tope. Tan preocupado estaba de ocupar un piso alto y evitar que se lo comieran los gusanos, que se le olvidó prever una posible recuperación postmorten.
    Por eso, gracias a que sí manifestó que debían enterrarlo con su bastón de marfil (además de la cruz de San Raimundo de Peña flor), Andrés pasa las últimas horas de vida que le quedan (ahora sí que sí), golpeando insistentemente la caja con el mensaje cifrado que aprendió, Dios sabe para qué.
    S.O.S. ¿Pero, es que nadie sabe morse en este país de mierda?

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  12. La goma de borrar y la bufanda

    Valentina dejó de hablar el mismo día que aprendió a escribir su nombre. Una mañana de colegio, después de quitarse la bufanda que amordazaba su boca. La protegía de los fríos del invierno, decía su madre. Cuatro sílabas que había separado por guiones: Va-len-ti-na. Formando pelotón, el resto de palabras: lengua, piel… y las que escuchaba a su madre sin descanso: artilugio, ¿descuajaringar? Y creó un rompecabezas con aquellas que había mantenido amontonadas esperando el despegue. Buscó la entrada y la salida de aquel laberinto, pero no volvió a hablar. Las borlas de lana cerraban su boca cada invierno, sin mediar palabra. Los sonidos jugaban al escondite en su cabeza. El lápiz se convirtió en oscuro libertador; su goma de borrar, en aliada estratega. Hasta que un invierno las borlas asomaron por aquella caja de cartón que, rotulada, decía: “Ropa para dar”.

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  13. HOMENAJE

    Otro año más Elena Gómez Puertas decide presentarse al concurso. Este año debe comunicar algo sobre la incomunicación. Paradójico. Recordemos que ella es muy envidiosa; ansía más que nadie la corona que otras tuvieron.
    Tras varios años viviendo en un barco se volvió a mudar. Primero a Sausalito, después a Londres y ahora a esa maldita ciudad hostil donde el peso de las nevadas combaba los voladizos de las casas, donde nadie hablaba su idioma, aunque fuera el de su lengua materna. Otra vez ha vuelto a tirar los marcos de plata, a estrellar en el suelo las porcelanas, a meter en la mochila el cepillo de dientes y a olvidar la agenda. Porque no necesita agenda que le recuerde el olor de la salsa espesa que cubría el lomo arqueado de aquella liebre que detuvo su carrera en la mesa.
    No puede comunicar más. Diez líneas. Ojalá esto no sea un sueño y esta humilde servidora, que necesita un taburete de treinta y cinco centímetros de altura para alcanzar los grifos del baño, comience su reinado. La votación ya está aquí.

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